Actos y discursos de la jerarquía católica residente en Costa Rica durante la celebración del I Centenario de la independencia: 1921
El primer punto que acá debe ser tratado es el refutar el argumento que circuló por años, en el cual se indicaba que la creación de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica se dio en 1921 como un tipo de homenaje que la Santa Sede dio al país en sus primeros 100 años de vida independiente. La aparición de la Provincia Eclesiástica en 1921 en el país no respondió a ello, sino a un trabajo desarrollado por la Internunciatura desde 1908, así como a los deseos del gobierno civil y hasta por la muerte repentina de Mons. Stork a finales de 1920.
Sin embargo, lo anterior no elimina que en aquel año tan simbólico la jerarquía católica no celebrara dicho acontecimiento. Las fiestas civiles y religiosas se desarrollaron en todo el territorio nacional. Para darle un mayor realce al evento, el mismo poder civil le solicitó a la jerarquía católica que diera la orden a las parroquias y sus ciudadanos-feligreses, para celebrar también mediante actos religiosos el primer centenario.
Por ejemplo, en sitios como Puriscal, San Gabriel de Aserrí, Heredia, Belén de Guanacaste y Nicoya, se oficiaron diversos actos de fe en celebración y agradecimiento a Dios por esos primeros 100 años de vida independiente. Aún más, el mismo 15 de septiembre de 1921, en la catedral Metropolitana se celebró un Te Deum para conmemorar la fiesta.
Para entender un poco qué tipo de actos se realizaron en diferentes localidades, se hará referencia al organizado en la localidad de Heredia el 13 de septiembre de 1921. El periódico “Diario de Costa Rica” publicó el 15 de ese mes una reseña de los acontecimientos desarrollados en la ciudad de las flores. Dicha reseña indicaba que el martes 13 de septiembre los heredianos celebraron a más no poder mediante actos de fe y cívicos los 100 años de independencia.
En primera instancia, se mencionó que las actividades iniciaron desde la víspera, el 12 de septiembre, pues a las 18 horas hubo rosario y a las “19 h fueron iluminados eléctricamente varios edificios públicos y particulares, el parque, kiosco y varios arcos de los preparados en las calles”. A la vez, se comunicó que el 13 a las cuatro de la mañana hubo un solemne repique, a las cinco una diana por parte de la banda de Heredia por las principales calles y a las siete de la mañana comenzó la eucaristía en acción de gracias. Esta misa la celebró Mons. Rafael Otón Castro Jiménez, primer arzobispo de San José, la cual tuvo entre sus asistentes al presidente de la república Julio Acosta y más de tres mil personas que los acompañaron. “Terminada” la eucaristía, se procedió con la procesión con el Santísimo Sacramento por las principales calles de Heredia, la cual fue acompañada por el presidente de la república, el vicario apostólico de Bluefields, Mons. Bernaus, entre otros políticos, clérigos y miles de feligreses. Asimismo, se comunicó la participación de las bandas de Alajuela, Cartago, San José y Heredia. Este evento terminó a las once de la mañana luego de transitar “36 manzanas, cuyas calles habían sido preparadas de antemano”. Luego, se efectuó un banquete que tuvo a la cabeza de la mesa principal a Julio Acosta y Mons. Castro, más un número considerable de políticos y sacerdotes católicos. El artículo terminaba indicando que “el entusiasmo público no decayó un solo momento hasta las 22 horas en que finalizaron los actos religiosos”.
Sin embargo, este no fue el acto más significativo desarrollado por la clerecía católica para dicho año. El arzobispo de San José, en agradecimiento por la independencia, consagró la Arquidiócesis al Corazón de Jesús. Acto efectuado el 4 de noviembre.
Para Mons. Castro el fin último de la consagración era revestir una fiesta cívica con un velo también religioso, pues procura que la consagración ayudara a erradicar uno de los principales males que presentaba la sociedad moderna como era el egoísmo. Elemento que clasificaba como “la llaga capital de la sociedad moderna”, pues era “ese egoísmo que es la idolatría de sí mismo, o el culto de la propia sensualidad o del proprio orgullo; ese egoísmo que substituye a Dios y poniéndose sobre la humanidad, todo lo refiere a sí, usurpa todo lo que pertenece a los derechos de Dios, de la Iglesia y del hombre individual y social; ese egoísmo, en fin que rompe todos los lazos de la vida social y cristiana, combatiendo a la vez la religión y la moral, la autoridad y la ley, la propiedad y la Familia”.
Segunda carta pastoral de Mons. Castro (7 de octubre de 1921) |
La consagración se procuró convertirla en un acto de unidad nacional. Lo cual se gestionó mediante la invitación del alto clero residente en el país, pues se invitó a Mons. Antonio Monestel, obispo de Alajuela, y al Internuncio Mons. Marenco, así como a las principales autoridades civiles del país y la feligresía general tanto de la arquidiócesis como del resto de la nación.
Las crónicas comentan que el evento se desarrolló así: una procesión que salió a las 8:15 de la mañana de la catedral “hacia el lote que está al Norte de la Aduana Central”, donde se celebró la eucaristía, presidida por el arzobispo, en la cual se ejecutó el rito de consagración, y que a la vez fue “la inauguración de los trabajos de una Iglesia Nacional dedicada al Sagrado Corazón de Jesús en aquella plaza”. De igual manera, se comunicó que el evento dejó: “profundos y gratísimos recuerdos en el ánimo de todos los jefes de los supremos poderes en ambos fueros, pues marcharon de acuerdo y con envidiable armonía”. Además, se indicó que el gobierno representado por el señor Julio Acosta, conocido teósofo y de corriente liberal, “no sólo contribuyó eficazmente a que se donara el terreno dedicado a la nueva construcción, sino que se portó caballerosamente, prestando los auxilios que el caso requería”.
Esto muestra que el objetivo de unidad nacional que perseguía Castro y su círculo cercano al consagrar la arquidiócesis al Corazón de Jesús se consiguió de algún modo. Sin olvidar que al arzobispo y a sus presbíteros más cercanos les interesó dejar clara la idea de que Iglesia y Estado debían permanecer juntos y respetando en particular la fe de la mayoría de los católicos, lo cual lo realizaron recordando el punto 10 del acta de la independencia el cual indicaba lo siguiente:
“Que la Religión Católica, que hemos profesado en los siglos anteriores y profesaremos en los sucesivos se conserve pura e inalterable, manteniendo vivo el espíritu de religiosidad que ha distinguido siempre a este país, respetando a los Ministros eclesiásticos seculares y regulares.”
Como se observa, el alto y bajo clero, así como los fieles católicos tomaron parte activa en las fiestas de la independencia. Pero también desarrollaron y desearon darle a estas conmemoraciones civiles su impronta religiosa. Lo cual realizaban mediante actos de fe como eucaristías, Te Deum o consagraciones al Corazón de Jesús, sin olvidar las argumentaciones que ellos daban en procura de defender lo que consideraban un bien para la sociedad, como era desde la eliminación del egoísmo que había traído la modernidad hasta preservar y respetar a la fe católica que se profesaba en el territorio desde cientos de años atrás.
Mariana
Blanco Ortiz y José Aurelio Sandí Morales
Universidad Nacional
Comentarios
Publicar un comentario