El proceso independentista de la mayoría de las excolonias luso-hispanas que se terminó de cuajar en la década de 1820 no fue solo bajo la bandera de lo político, también lo fue en otros aspectos, por ejemplo, el religioso. Lo indicado en la idea anterior no se refiere a que las nuevas unidades políticas deseaban separarse de la fe católica, más bien lo contrario. La independencia política de la mayoría del territorio americano generó una mayor cercanía con la Santa Sede y Costa Rica no fue la excepción.
Pero antes de iniciar con el análisis de lo que acá compete es preciso indicar que la independencia política o religiosa deben ser comprendidas como parte de un proceso de larga data y no como un hecho coyuntural. Por ejemplo, la independencia del antiguo Reino de Guatemala no inició ni concluyó el 15 de setiembre de 1821, pues las ideas emancipatorias surgieron años antes del propio 1821 y se extendieron posterior a este.
Para explicar lo mencionado están los ejemplos de las revueltas en Nueva España o Nueva Granada que desde 1810 ya eran conocidas y hasta seguidas en esta parte de reino español. Unido a ellos se adhiere que el primer poblado del antiguo Reino de Guatemala que firmó la independencia fue Comitán, el 28 de agosto de 1821, seguido luego por Ciudad Real y Tuxtla, todos cabildos de la antigua provincia de Chiapas. Posterior a estas firmas y a causa de lo que generaron se fraguaron las subsiguientes declaratorias independentistas en el reino.
En el ínterin de las declaratorias independentistas aparecieron diversas opciones para la realización de un nuevo gobierno para las nuevas zonas emancipadas. Estas fueron: unirse al recién formado Imperio de México, adherirse a Estados Unidos, como lo hizo El Salvador luego de la invasión de Filísola, formar parte de la Gran Colombia dirigida por Bolívar, crear una república federal entre las provincias del antiguo Reino de Guatemala o caminar cada una por separado.
Estos ejemplos son muestras inequívocas que la independencia no nació, ni concluyó el 15 de setiembre. Por ejemplo, lo sucedido en Chiapas, unido a los procesos que se venían dando desde años atrás como: Revolución industrial, la Ilustración, las reformas borbónicas, la Revolución francesa, la independencia de los Estados Unidos, las luchas dentro del imperio español, la independencia de Haití y hasta la búsqueda de un libre comercio y trato “igualitario” entre los hombres del periodo, fueron los elementos que propiciaron los movimientos independentistas. Por ende, nada lo explica la inmediatez.
Es este marco contextual el que permitirá comprender cómo un hecho que sucedió el 28 de febrero de 1850, como fue la erección de la diócesis San José de Costa Rica por parte de la Santa Sede, fue fundamental para el país en sus procesos de consolidación de su independencia, de su anhelo de eliminar rasgos coloniales y formar su Estado.
Hay que dejar claro que Costa Rica durante la mayor parte del periodo colonial permaneció subordinada en lo político a las autoridades de Guatemala. Fue su Audiencia la que le encomendó a Juan de Cavallón, el 30 de enero de 1560, “la comisión de conquistar Cartago o Costa Rica y fundar ciudades en las costas de ambos mares”. Tarea que desarrolló Cavallón con el presbítero Juan de Estrada Rávago, entre ambos fundaron en 1562, lo que hoy conocemos como Cartago.
En lo concerniente a lo religioso, los habitantes de este territorio entre 1565 y 1850 fueron pastoreados por los obispos que debían residir en León, Nicaragua. La diócesis de Nicaragua se creó el 26 de febrero de 1531 por decreto del papa Clemente VIII, aunque no se expidió la bula, la cual fue publicada tres años más tarde, el 3 de noviembre de 1534 por parte del papa Pablo III que confirmó la erección del obispado. Por ello los habitantes de Costa Rica quedaron unidos en lo eclesial a dicha sede catedralicia, esto luego de que el 6 de julio de 1565, se le indicara al presbítero Luis Fuentes, quién debía ser el 6º obispo de Nicaragua, encargarse posterior a su llegada al nuevo mundo de “las necesidades espirituales de Costa Rica, poniendo en cada pueblo de los recién conquistados un cura y sacristán”.
Se debe dejar claro que la idea de tener una diócesis en Costa Rica no respondió a una cuestión posterior a la independencia, pues en el periodo entre 1560 y 1600 hubo 12 solicitudes de proveer un obispo a Costa Rica y entre 1811 y 1849, nueve más. Entre ellas dos intentos de las autoridades civiles para autoerigirse una diócesis. Es a causa de este interés de las autoridades civiles por tener una diócesis en el territorio denominado como Costa Rica que surgieron las siguientes preguntas: ¿Por qué para quienes tenían el poder y dirigían los primeros pasos de la naciente república de Costa Rica entre 1821-1850 era vital que se erigiera una diócesis en el nuevo país? A la vez ¿Cómo calzaba esto dentro de sus planes de consolidar la independencia del país y cuáles fueron los argumentos de los que ellos echaron mano en aras de alcanzar su objetivo? Estas serán las preguntas guías que responderán las siguientes entregas.
Raquel Alfaro Martínez y José Aurelio Sandí Morales
Escuela de Historia
Universidad Nacional
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