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Una diócesis propia para un país independiente (II). Un deseo añejo por tener obispo, pero también por no tenerlo

 


Como se expuso en la primera entrega, entre los años de 1560 a 1600 existieron 12 solicitudes para que en Costa Rica se creara un obispado.  El siguiente cuadro muestra cada una de ellas:


Fecha de la solicitud:

Posible sede y candidato:

Dirigida a:

 

Resultado

21 de noviembre de 1560. Vecinos de Castillo de Austria

Ciudad de Castillo de Austria. Juan de Estrada Rávago

Al Rey

Negada

9 de marzo de 1562, Cabildo de Garci-Muñoz

Ciudad de Garci-Muñoz. Juan de Estrada Rávago

Al Rey

Negada

22 de agosto de 1562, Cabildo de Garci-Muñoz

Ciudad de Garci-Muñoz. Juan de Estrada Rávago

Al Rey

Negada

3 de mayo 1563, Juan Vázquez de Coronado

Ciudad de Garci-Muñoz, Fray Pedro de Betanzos

Al Presidente de la Audiencia de los Confines

Negada

1565, Juan de Estrada Rávago

Ciudad de Garci-Muñoz, Juan de Estrada Rávago

A la Corte

Negada

30 de abril de 1569, Perafán de Rivera

Ciudad de Aranjuez, Antonio Remón.

Al Rey Felipe II

Negada

20 de setiembre 1569, Perafán de Rivera

Ciudad de Cartago, Antonio Remón.

Al Rey Felipe II

Negada

6 de marzo de 1571, Cabildo de Cartago

Ciudad de Cartago, Juan de Estrada Rávago.

Al Rey Felipe II

Negada

28 de julio de 1571, Perafán de Rivera

Ciudad de Cartago, Antonio Remón

Al Rey Felipe II

Negada

1570-1572, Juan de Estrada Rávago y Fray Diego de Guillén.

Ciudad de Cartago, Juan de Estrada Rávago

Al Rey Felipe II

Negada

29 de enero de 1572, Cabildo de Cartago.

Ciudad de Cartago, Juan de Estrada Rávago

Al Rey

Negada

15 de mayo de 1600, Alonso Criado Presidente de la Audiencia de Guatemala

Ciudad de Cartago, se desconoce

Al Rey.

Negada

(Fuente: José Aurelio Sandí Morales. Estado e Iglesia católica en Costa Rica 1850-1920…p. 54-55.)


Como se puede observar, las primeras doce solicitudes respondieron a los deseos de los conquistadores y recién llegados por tener poder político y religioso dentro de sus tierras “conquistadas”. Sin embargo, por la poca población, más la cercanía de las sedes episcopales de León y Panamá, era imposible que a Costa Rica se le nombrara un obispo.

Pero a pesar de lo anterior ¿Cómo se explica la desaparición de solicitudes por más de 200 años? La pregunta surge a causa de que no hubo rogativas desde 1601 hasta 1811. Las explicaciones son varias, no son excluyente entre sí, pero tampoco lo que acá se diga es totalizante y concluyente del todo. La primera y la más sensata es que tanto las autoridades civiles como religiosas comprendieron que era técnicamente imposible que se diera la erección del obispado por lo ya indicado: baja población, poco dinero y cercanía a dos sedes episcopales.

Sin embargo, hay otras hipótesis más. Una de ella es que, tanto las autoridades civiles, religiosas y el pueblo vieron las “ventajas” de vivir sin obispo. Era un gasto menos en lo económico, pues se aliviaban el pago de diezmos, primicias y demás pagos que debían dar de manera directa al Ordinario y su cabildo. Esto no quiere decir que a León no se enviaran, pero era más difícil de controlar lo que acá se producía. Al punto que, en Cartago, como en muchos lugares de la Corona, los diezmos se remataban al mejor postor y luego el monto “pactado” se enviaba a León. Esto no excluyó las constantes quejas de las autoridades leonesas por el atraso en el envío de los diezmos o lo bajos que eran. A esto únasele las “libertades” comerciales que se daban en Costa Rica a vista y paciencia de las autoridades civiles y religiosas, entiéndase el contrabando.

Otra hipótesis va dirigida en el ámbito moral, pues al no existir un obispo residente la moral y los comportamientos “desviados” de lo correcto eran bastante usuales. Lo anterior no quiere decir que los habitantes de esta provincia vivían como les daba la “gana” o que en los sitios donde había un obispo todo era “paz y gloria”. En Cartago mal que bien existía el Tribunal Eclesiástico de Cartago, nombre de la Inquisición en esta parte del mundo, que controlaba en cierta medida la moral, sin olvidar al resto del clero secular y regular residente que también lo hacían. Aunado a la presión y control social que ejercían los habitantes y autoridades civiles. Sin embargo, en la Costa Rica colonial se dieron los casos en los cuales el presbítero que regentaba el Tribunal antes mencionado tuvo hijos con una nativa de la provincia y esto era de todos conocido. A la vez se sabía de un gobernador el cual estaba casado en España, pero en Costa Rica vivía “amancebado” con una lugareña. A esto se le suman los documentos que se resguardan en México sobre los diversos y constantes llamados a que se enviara un comisario de la inquisición por los excesos que se cometían en Cartago. El punto es que Costa Rica en la colonia llegó a tener una moral en ciertos casos bastante laxa, sin que ello quiera decir que éramos la excepción, pues en muchos lugares sucedieron hechos parecido o aún peores.

Al proseguir con esta hipótesis, se debe ser claro e indicar que en Costa Rica el cruce de sangre entre las “razas” del periodo era la norma, así como la existencia de un número elevado de hijos ilegítimos. Actos que las “costumbres” de la época, la moral y hasta las leyes del periodo lo veían de mala manera. Si se duda de lo anterior basta dar un pequeño vistazo a los trabajos de genealogía y mestizaje que han realizado estudiosos del calibre de Mons. Sanabria, el genealogista Mauricio Meléndez o la historiadora María de los Ángeles Acuña para comprobar lo anterior.

Ahora bien, con este panorama, cómo se debe entender la aparición de las solicitudes por una diócesis originadas entre 1811 y 1849. Esto responde al deseo de autonomía, el anhelo de autogobernarse y en particular el hecho de diferenciarse de los “nicaraguas”.

Cuando se habla de autogobierno no debe ser entendido como si las solicitudes realizadas entre 1811 y 1820 tuviesen como propósito principal la independencia, pues dichas rogativas fueron dirigidas a las autoridades de la corona española y no directamente a la Santa Sede u a otro poder que no haya sido la monarquía española.

Estas solicitudes no prosperaron por varios motivos, pero el principal fue la inestabilidad política del periodo. Entre 1811 y 1814 Fernando VII no reinaba en España, cuando volvió en 1814, eliminó las Cortes de Cádiz y la voz que pudo tener Costa Rica en su corte calló. Luego de 1820, y conociendo lo que sucedió en el nuevo continente, ya era muy tarde solicitarle a corona española una diócesis.

Aun así, hay una pregunta que no se ha respondido y será el tema principal de la próxima entrega. ¿Cómo se debe de entender ese deseo de autonomía por parte de los “costarricas” en contraposición de los “nicaraguas” en relación con la erección de una diócesis en las postrimerías del periodo colonial? 


Raquel Alfaro Martínez y José Aurelio Sandí Morales

Escuela de Historia, UNA

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