Una diócesis propia para un país independiente (VIII). En busca de un obispo ante la Santa Sede y un amigo para el Estado: el nombramiento de Anselmo Llorente y Lafuente como un contrapeso.
Creada y delimitada la nueva diócesis para Costa Rica, los gobernantes del país se debieron enfrentar a un terreno ignoto, pues las relaciones con un obispo residente en el país era algo nuevo para ellos. Por ende, era fundamental que aquella persona fuera costarricense, el motivo de este anhelo era, de nueva cuenta, que dentro de Costa Rica gobernaran los costarricenses. Pero también -casi por razones obvias-, el elegido debía ser de la simpatía del clero, cumplir con las exigencias de Roma, pero, sobre todo, ser del agrado del Estado. El deseo de que el nuevo obispo de San José fuese costarricense radicó en un hecho fundamental, puesto que dentro del proceso de consolidación de la independencia y en la creación de un Estado se trató de interiorizar una identidad colectiva: la costarricense. Es interesante que uno de los rasgos de idoneidad fuera que el obispo debía ser natural del país, pues el gobierno del presidente Juan Mora Porras no realizó en ningún momento un estudio de los p