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Una diócesis propia para un país independiente (III). El deseo de autonomía.

Como se presentó en la entrega anterior, los “costarricas” anhelaban una autonomía de Nicaragua, lo cual no era sinónimo de independencia de España. Por ello la nueva oleada de solicitudes por una diócesis propia que aparecieron luego de 1811 hasta 1820 debe ser comprendida bajo esta lógica de obtener la separación de Nicaragua, pero no de España. 

El deseo de dicha separación y distinción era ya añejo y tenía combinados elementos políticos, sociales, territoriales y económicos. Por ejemplo, el 29 de mayo de 1811 don Juan de Dios Ayala, gobernador de Costa Rica, y el Ayuntamiento de Cartago en un informe al Rey solicitaban la creación de una sede episcopal sin la intermediación del diputado ante las Cortes Florencio Castillo, donde expresaron: (texto citado por Bernal Rivas): 

“Concibe el Ayuntamiento que es la primera y más pral… atención á que debe dirigir miras la de poder se provea de Obispo esta provincia, porque no quedaría seguro el fuero interior si se desatendiese de esta obligación. Un conjunto de circunstancias claman incesantemente por el lleno de esta falta, y cada una de ellas tiene fuerza competente para impulsar la solicitud”.

La rogativa debe ser entendida dentro de un conflicto de intereses y los deseos de autonomía por parte de la élite cartaginesa contra las autoridades civiles y eclesiásticas residentes en León, Nicaragua. Para comprenderlo como un conflicto de intereses se debe contemplar lo que bien indica el historiador Pbro. Manuel Benavides, en su libro sobre Florencio Castillo en las Cortes de Cádiz. Quien deja claro que dicha tentativa se combinó con intereses no solo religiosos sino también políticos, económicos y sociales. Para este autor existió también el deseo de diferenciarse y conseguir autonomía de las autoridades nicaragüenses. 

Para Benavides Barquero la propuesta de una nueva sede episcopal para este territorio buscaba “una mayor independencia de Costa Rica frente a los centros de poder, por el peso de la Iglesia en la sociedad de acuerdo al patronato”. Por ello contar con una diócesis “sería muy importante en esta dirección y permitiría también que muchos de los dineros recogidos por medio de los diezmos se invirtieran en la misma provincia”, y no salieran de ella. Lo anterior porque Costa Rica siempre tuvo problemas de contante, por su bajo comercio, pero a la vez por no poseer grandes minas para que se diera la extracción de oro o plata.  

Al igual que Benavides Barquero, el historiador Bernal Rivas consideró que para analizar la propuesta de 1811 se debe ejecutar en unión con la presentada en 1820, como parte de una misma lógica, la cual era autonomía o autogobierno respecto de las autoridades de Nicaragua. La propuesta de 1820 apareció en medio de un conflicto de intereses territoriales suscitado entre el Gobernador de Cartago, Juan Manuel de Cañas, y el Gobernador de Nicaragua, Miguel González Saravia, disputa ya bastante antigua. En la cual se consolida este recelo que tenían los “costarricas” de las autoridades residente en León al indicar que la búsqueda de la diócesis respondía a su deseo de separar de Nicaragua, ya que sería:

“el único modo de hacer florecer en esta provincia, el comercio, la industria y demás adelantamientos de que ha carecido hasta ahora, y carecerá siempre que esté sujeta a la arbitrariedad de León, quien abiertamente es opuesto a la separación de Obispado y cuando sea más útil y favorable”.

Las dos propuestas a las que se ha hecho referencia unidas a las de 1813 y 1814 deben de ser entendidas como un deseo de autonomía del grupo del poder en Costa Rica de las élites leonesas, pero no una búsqueda de independencia de la Corona española. Por ende, no se deben confundir con las ideas independentistas que consolidaron la separación del antiguo Reino de Guatemala de España luego de 1821 con las ideas de una diócesis previo a este año. Esto lo consolida el hecho de que recurrieron a la autoridad española para hacer la solicitud, no buscaban otro poder externo, local, extranjero o la misma Roma. El documento fechado 4 de noviembre de 1820 fue de nueva cuenta a las Cortés reabiertas por Fernando VII, donde manifestaba el Gobernador Cañas y el Ayuntamiento de Cartago el deseo de contar con una mitra para subsanar los problemas de fe que generaba la escasez de visitas pastorales.

Los argumentos esgrimidos por las autoridades civiles y eclesiales de Costa Rica para solicitar una diócesis, en el periodo previo a la independencia fueron de corte político, social, económico y religioso. Por ejemplo, se argumentaba la necesidad de una diócesis propia para el suelo costarricense ya que, a causa de los pésimos caminos, se dificultaban las visitas pastorales y esto repercutía en la vida y creencias religiosas de los habitantes del nuevo país. Lo anterior se sumó el argumento esgrimido por Florencio Castillo quien indicó que la distancia entre León y Cartago era de al menos 210 leguas y que los caminos a causa de la temporada lluviosa se convertían en intransitables. Lo anterior era para ellos la génesis de que se dieran pocas visitas por parte de los obispos, lo que propició enormes necesidades religiosas; tales como la ausencia del sacramento de la confirmación y un control mayor sobre la moral y piedad de los habitantes del territorio denominado Costa Rica.

Sin embargo, se debe de mencionar el otro elemento: el económico. ¿Por qué se indica este elemento?, ¿qué tiene que ver la creación de una diócesis con el crecimiento económico e industrial de la provincia? La respuesta no se encuentra en los favores celestiales que podían llegar con la creación de un obispado, sino en evitar el envío de diezmos a Nicaragua, lo cual permitiría mayor flujo de capital a lo interno, y también lograr la anhelada separación de las autoridades residentes en León.

Por ende, para el periodo en el cual se investiga se debe tener presente la relación casi inseparable de elementos políticos, sociales, económicos, religiosos y demás en su modo de actuar, pues era la lógica del periodo. En las siguientes entregas se explicará con más detalle estos elementos. 


Raquel Alfaro Martínez y José Aurelio Sandí Morales

Escuela de Historia

Universidad Nacional


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