Las últimas dos décadas del siglo XIX en Costa Rica, estuvieron marcadas por un periodo de confrontaciones fuertes entre las autoridades eclesiásticas y el gobierno costarricense. Esto debido a acciones políticas que la cúpula de la Iglesia católica consideró un intento de distanciamiento entre ambas instituciones, así como un alejamiento de la sociedad respecto de la fe católica. Ante este panorama, la jerarquía de la Iglesia llevó a cabo acciones con la intención de detener estos procesos, y, por ende, no dudó en resaltar la importancia de la Iglesia católica en general en la construcción de una identidad costarricense. Como parte de las acciones se realizaron publicaciones en periódicos controlados por la jerarquía católica: El Eco Católico y La Unión Católica. Estas publicaciones representaron la posición de este grupo sobre la necesidad de preservar la unión entre las autoridades eclesiásticas y civiles, prueba de ello fueron las críticas a la exclusión de la participación de los religiosos de las actividades de conmemoración de la independencia. La posición de la jerarquía católica sobre el carácter festivo del 15 de septiembre resaltó la necesidad de involucrar a las autoridades católicas en los eventos conmemorativos y la utilización de referencias religiosas en las celebraciones.
Esta posición de la cúpula católica se evidenció en la exaltación de la presencia de figuras católicas en los actos de celebración patria. En un escrito de El Eco Católico del 22 de septiembre de 1900 se recalcó la participación de Sor Gutiérrez, Hermana de la Caridad y Superiora del Hospicio de Huérfanos. Esta presencia incluyó también la de un niño y una niña huérfanos, cuya aparición en los festejos fue mencionado por la redacción del periódico como una acción conmovedora y tierna al ser estos niños los que recibían las donaciones para el Hospicio, así como una representación de la unión entre el amor a la patria y el amor cristiano. Tal y como lo demuestra el siguiente fragmento:
"¡Benditos sean esos dos sentimientos que jamás pueden separarse sin destruirse: Religión y Patria! Ellos sólo hacen incubar y desarrollarse en el alma el heroísmo generoso, que ha formado las verdaderas epopeyas de las naciones cristianas" (El Eco Católico, 22 de setiembre de 1900, p. 267).
La jerarquía católica consideró que las acciones gubernamentales tenían como objetivo su exclusión de la esfera pública, y limitar su participación en la vida cotidiana del costarricense, lo que generaría la pérdida de poder frente a las autoridades civiles. Este malestar de la cúpula católica se evidenció no solo sobre la exclusión del clero de los actos, sino también por la modificación de las celebraciones de la independencia. Un ejemplo de estos reclamos fue la respuesta a la eliminación del canto del Te Deum y la eucaristía en los festejos de la independencia de 1895, acción que las autoridades eclesiásticas vieron como un claro ejemplo de las intenciones de grupos civiles de eliminar el aspecto religioso. Aunado a ello, estos textos mencionaron acciones concretas que demostraban el accionar gubernamental en contra de la Iglesia católica en general, como la prohibición de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas y el control de la presencia de congregaciones religiosas en el territorio nacional. Estos reclamos estuvieron acompañados de acciones para reafirmar la presencia del aspecto religioso como la reproducción del Acta de jura independencia de Alajuela y la del 15 de septiembre de 1821 en Guatemala, con el fin de destacar aquellos artículos que especificaron el vínculo entre lo religioso y lo civil, y aclarar que la independencia no supuso la eliminación de la fe católica ni de sus prácticas.
Los reclamos católicos sobre la limitación de la presencia religiosa en los actos de celebración tenían como objetivo dejar en claro que la participación de las autoridades eclesiásticas significaba también la participación de Dios en estos eventos. Este argumento sostuvo que las celebraciones debían contar con un espacio de agradecimiento a Dios, puesto que la independencia se había consolidado gracias a la sabiduría que Él les otorgaba a las personas para accionar de la manera correcta. Las publicaciones fueron claras en establecer un vínculo entre el proceso de independencia y la voluntad de Dios, por medio de las acciones de los hombres, por lo cual debía existir una presencia eclesiástica en las fiestas.
Aunado a ello, el vínculo entre las autoridades eclesiásticas y los gobernantes estuvo marcado por los ideales liberales de la época, que tanto la Iglesia como estas autoridades civiles asociaron con el orden y el progreso de las naciones. Las publicaciones católicas incluyeron temáticas relacionadas al patriotismo, bienestar, civilización o heroísmo, conceptos liberales que estaban presentes en los discursos políticos en América y Europa. Estos textos resaltaron ideas asociadas a acciones económicas o políticas que debían desarrollarse con el fin de que los pueblos alcanzaran el orden y el progreso. Las publicaciones de la cúpula católica mencionaron la importancia del trabajo en conjunto entre ambos poderes, puesto que daría como resultado el orden y el progreso esperado por los gobernantes, el poder eclesiástico y los habitantes. Lo anterior fue respaldado por figuras del poder civil, como las declaraciones realizadas por Cleto González Víquez sobre las relaciones entre la Iglesia y el gobierno, al afirmar que el:
"…interés que todos tenemos en que el pueblo sea de una alta moralidad nos obliga a estimular el sentimiento religioso, que es el mejor medio de implantarla entre las multitudes; sin que de otro lado podamos olvidar que, cualesquiera que sean las convicciones de los que mandan, el pueblo costarricense es católico sincero en su inmensa mayoría" (González, 1928, s.p).
Las publicaciones oficiales católicas dejaron claro que las autoridades eclesiásticas no estaban dispuestas a renunciar a su presencia en los actos de celebración de la fiesta patria. Los reclamos católicos pretendían demostrar el innegable vínculo de la independencia con la voluntad divina y, consecuentemente, el deber patrio de otorgar un espacio de agradecimiento a Dios en los festejos, por la libertad que supuso convertirse en una nación independiente. La jerarquía católica compartía las intenciones de orden y progreso de las autoridades, mientras estas no limitaran la participación católica en la esfera social y política.
Mariana Blanco Ortiz y José Aurelio Sandí Morales
Escuela de Historia, Universidad Nacional
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