En el anterior artículo dábamos la noticia de la reciente inclusión del Libro de defunciones de la Campaña Nacional en el Registro Nacional de Memoria del Mundo de la UNESCO en Costa Rica. A continuación publicamos un artículo del historiador José Aurelio Sandí Morales, en el que su autor reseña el contenido e interés de este documento.
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Para mediados de 1855 el presidente de Costa Rica Juan Rafael Mora Porras fue avisado por parte de su embajador ante el gobierno de los Estados Unidos, Felipe Molina, de la existencia de una grupo de hombres comandados por William Walker, que habían llegado a Nicaragua para tomar parte de la disputa de poder entre liberales y conservadores en dicho país. De frente a esta información el presidente Mora, junto con su gabinete y demás colaboradores iniciaron el proceso de preparar a la población nacional para un posible enfrentamiento bélico entre las fuerzas armadas costarricenses y el grupo que tiempo después fue denominado como los filibusteros. Para los días 20 y 22 del mes de noviembre de 1855, el presidente de la república y el primer obispo de Costa Rica, monseñor Anselmo Llorente y Lafuente respectivamente, le comunican al pueblo costarricense que se debía de disponer para enfrentar algo a lo cual no estaba acostumbrados, una guerra contra un enemigo que se encontraba en Nicaragua. Esta unión para preparar a los habitantes del país fue el primero de muchos hechos que mostraron la alianza entre el poder civil y el religioso, dentro de este hecho histórico que lleva como nombre la Campaña Nacional contra los filibustero entre 1856 y 1857. Por ende, no debe de ser visto como un hecho aislado que la jerarquía y en especial ciertos sacerdotes tuviesen un papel más que protagónico en este enfrentamiento bélico.
El obispo de San José -como se ha dicho- el 22 de noviembre instó a los habitantes del país a prepararse y lo más importante a luchar contra este grupo. Para Llorente el séquito que seguía a Walker eran una “banda de forajidos, heces corrompidas de otras naciones”, que habían llegado a Nicaragua a causa de la excitación de ánimos, el frenesí, el odio y el deseo de venganza que había invadido a los nicaragüenses. Para Llorente estos hombres eran: “Enemigos encarnizados de la religión Santa que profesamos”, y que por lo tanto los templos, altares, la ley de los ungidos del Señor, las castas esposas, las inocentes hijas y las riquezas de los costarricenses corrían peligro; por todo esto el pueblo debía de luchar contra ellos [Archivo Histórico Arquidiocesano: AHABAT, Fondos Antiguos, Caja #48, Folio 36, del 22 de noviembre de 1855, San José, Costa Rica]. Aquello que tanto presagió y preparó tanto el gobierno civil como el religioso del país llegó. Días antes de la salida de las tropas expedicionarias a luchar contra los filibusteros, específicamente el 3 de marzo de 1856, el prelado expresó a los soldados que su trabajo como cristianos y ciudadanos era “defender los derechos de vuestra patria, que amenazada hoy más que nunca por hombres llenos de ambición y codicias, intentan despojarnos de los mayores bienes que disfrutamos”. Unido a esto, Llorente recordaba a las fuerzas armadas que no estarían solos, primero porque Dios estaría con ellos, esto a causa que su lucha era justa. Además les indicaba que había “elegido seis sacerdotes del Altísimo que os acompañen, y para que si os toca suerte de morir en el combate puedan dirigir vuestras almas a la mansión de la dicha por medio de los sacramentos” [AHABAT, Fondos Antiguos # 48, Folio 53, del 3 de marzo de 1856. San José, Costa Rica]. Es mediante este marco de ayudas y uniones entre el gobierno civil y religioso que debe de ser analizada y comprendida la importancia fundamental que tiene el denominado libro de defunciones del Padre Francisco “Chico Calvo” de la Campaña Nacional.
La relevancia del documento no solo radica -como se mencionará más adelante- por los datos que brinda sobre los muertos, sus localidades de origen, sus estados civiles y hasta la causa y fecha de muerte. Su importancia se encuentra también en quien fue su autor. El sacerdote Francisco Calvo fue uno de los personajes más importantes de las historia de Costa Rica entre las décadas de 1850 hasta 1890, año de su muerte. Fue hijo de un sacerdote, Juan de los Santos Madriz (candidato a la mitra en tiempos de José María Castro Madriz, en 1848) y Petronila del Castillo Villagra, quien era hija de fray Luis Soto y sobrina del ilustre sacerdote Florencio Castillo. Francisco Calvo fue expuesto en la casa de otro sacerdote quien lo crio, educó y le dio su apellido, éste fue Rafael del Carmen Calvo. Francisco Calvo no fue un sacerdote cualquiera, ya que tuvo diversos campos de acción, por ejemplo: comercializó café, fue nombrado catedrático de la Universidad de Santo Tomás, por conflictos políticos en 1860 viajó a Perú donde se inició en la masonería en 1862, misma organización que fundó en Costa Rica en 1865, de igual manera creó la primera asociación de artesanos en el país en 1874. Por último, tuvo mucha injerencia en la aceptación por parte de Tomás Guardia para la nómina de Bernardo Augusto Thiel, como segundo Obispo de Costa Rica, así como en la expulsión de éste en 1884. Estos datos son muestra que el autor del libro fue un hombre poli-funcional, el cual estuvo dispuesto a participar de la guerra y desarrollar un trabajo que era su deber y derecho de llevar el registro de defunciones de los soldados por ser el primer capellán del ejército costarricense.
Primera página del libro segundo |
Ahora bien, el texto como tal es un documento valioso para la historia de Costa Rica por las diversas características que posee. En primer lugar es un escrito de guerra, el cual contiene información sumamente preciosa, por ejemplo es una muestra de dos de las principales catástrofes por las cuales ha transitado este país en su historia, ya que en él se encuentran tanto los muertos que dejó el principal hecho bélico en la historia de Costa Rica, así como la peste más devastadora que ha atacado a la nación costarricense, pues los muertos a causa del Cólera, enfermedad que trajeron los propios soldados al país, en la sociedad rondó entre el 7 y el 10% de la población. Por estos dos datos en sí, el texto se vuelve fundamental, ya que muestra la dedicación y preocupación del sacerdote Calvo y otros de sus ayudantes, por anotar a los fallecidos, tanto por la causa de su muerte como la fecha y lugar de la misma. Este trabajo no fue nada fácil, debido a las condiciones del momento (la guerra y la peor pandemia ocurrida en la población costarricense), lo cual convirtió esta empresa en algo realmente complicado. Gracias a esta preocupación del clero que tomó parte de la contienda militar, es que hoy se tiene el registro del lugar de procedencia del soldado, su estado civil, el nombre de su esposa de los que se encontraban casados y principalmente las causas y lugares de fallecimiento. Por ejemplo se encuentran datos como la cantidad y causa de muerte de los caídos en la batalla de Rivas, así como de los muertes en las naves El Telemby, Dominga Morales y Dos Hermanos entre los meses de mayo y junio de 1856. Entre estos datos se encuentran los casos que indican por ejemplo la muerte por ahogo del soldado José Echavarría quien era casado con María Arias y que era oriundo de Escazú, el cual murió de esa manera de camino a Rivas en el Golfo de Nicoya; de igual manera el caso del capellán Bruno Córdoba quien murió de Cólera.
Toda esta información brindada es la misma que permite verificar la veracidad del texto. Esto se puede argumentar gracias a que si fuera el caso se puede realizar un examen de su fiabilidad mediante una triangulación de fuentes con las listas que existen en el Archivo Nacional de Costa Rica, en las secciones de Hacienda y Guerra y Marina para el pago de pensiones a los familiares de los caídos, así como las listas de los enrolados en el ejército.
Folio 58 vuelto del libro primero, donde se encuentra la defunción de José Echavarría (asiento 649) |
En síntesis el documento acá estudiado posee la peculiar relevancia de ser un texto aún inexplorado historiográficamente hablando. El libro de defunciones de la Campaña Nacional hasta la fecha no ha sido utilizado o analizado en su totalidad en un trabajo de corte historiográfico, por ende es un texto que aún puede arrojar mucha más información de la que hoy se conoce. Por ejemplo del mismo se puede realizar trabajos sobre la proveniencia de los muertos en combate, así como su estado civil, lo cual dentro de un trabajo demográfico es de suma importancia. De igual manera, mediante un análisis comparado entre este documento y las listas de pago de pensiones a los caídos en combate que se encuentran en el Archivo Nacional, se puede estudiar los montos y periodos de pago que el Estado costarricense efectuó a los familiares de sus soldados. En sí, el documento es rico tanto en la información que posee, así como en la que aún con un debido análisis puede arrojar.
José Aurelio Sandí Morales
Instituto Arquidiocesano de Investigaciones Históricas
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