Una diócesis propia para un país independiente (V). Un amigo poco fiable: el comportamiento circunstancial de Mons. Jorge Viteri y Ungo (1842-1850)
En 1842, Costa Rica estuvo a punto de tener su diócesis debido a los trámites realizados durante el gobierno Braulio Carrillo Colina y los trabajos desarrollados en Roma por el sacerdote Jorge Viteri y Ungo. El jefe de Estado de Costa Rica aprovechó el viaje del presbítero a Roma, quien iba en nombre de la República Federal Centroamericana a desarrollar tres solicitudes, pero cada una de ellas costeada por los gobiernos de los estados interesados. La primera tarea era la creación de la diócesis de El Salvador. La segunda el nombramiento de un obispo en Comayagua, Honduras, por estar la sede vacante, y la tercera “que solicite de su Santidad la separación de esta parte [Costa Rica] de la Diócesis de Nicaragua” . Carrillo Colina indicó en su momento que Viteri y Ungo era el hombre que, “reúne las cualidades de patriotismo, ilustración y probidad y las virtudes cristianas que son necesarias para acercarse a la Santa Sede Romana” y solicitar la diócesis. Por ello el gobierno del país le