Concluida
la Batalla de Rivas, a causa de la epidemia desatada por el contagio
del cólera, el ejército expedicionario costarricense tuvo que
devolverse a territorio nacional. Con la vuelta del ejército entraba
también la enfermedad. Ante tal flagelo, el papel jugado por los
sacerdotes -en los casos donde no salieron huyendo- y por la misma
jerarquía católica, en su esfuerzo por evitar la propagación de la
enfermedad y en la difusión de posibles remedios para la misma, fue
de gran importancia. La sección de Fondos Antiguos del
Archivo de la Curia Metropolitana, custodia una gran cantidad
de cartas dirigidas tanto por el Gobierno a la jerarquía católica
como de ésta a los presbíteros y viceversa sobre las medidas que se
tomarían con respecto a la epidemia.
El 12
de mayo de 1856 llegó una carta a Mons. Llorente, en la que se le
comunicó que la comarca de Puntarenas estaba siendo atacada por el
cólera. En este mismo documento, firmado por Rudecindo Guardia, se
le informaba al prelado que en Puntarenas no había un sacerdote que
administrara los sacramentos. Lo anterior sucedió tanto en el puerto
del Pacífico, como en otras partes del país. Ante el temor que ya
estaba desatando la enfermedad, Llorente se dio a la tarea de buscar
sacerdotes para los enfermos, así como posibles soluciones a la
enfermedad, lo que sería de provecho para la totalidad de la
población costarricense.
Ante
los estragos que estaba provocando la epidemia del cólera, el obispo
publicó una circular el 19 de mayo de 1856, en la cual se ampliaban
las facultades de los sacerdotes mientras durara la pandemia. El ella
se facultaba “á todos los Señores Sacerdotes de este nuestro
Obispado, para que en cualquier hora del dia y de la noche, puedan
oir confesiones de ambos sexos, confiriendoles jurisdiccion para
absolver de todo pecado reservado y censura”, también, les
daba el derecho de dar las extremas unciones y enterrar a los muertos
por la epidemia.
El 22
de mayo de 1856 el Estado envió dos comunicaciones al Gobierno
eclesiástico sobre el tema del cólera. En la primera, se informó
al obispo la complacencia del poder civil por las providencias
dictadas para que los fieles recibieran el consuelo espiritual
necesario a raíz de la epidemia. En la segunda se expuso que el
gobierno había tomado la resolución de “prohibir las reuniones
públicas y cerrar las Iglesias y celebrar el sacrificio en el altar
portátil y celebrar en las plazas públicas en los días de
precepto”. Ante tal resolución y por los problemas que la
epidemia estaba provocando a la propia cúpula católica1
secundó la idea, así como seguir colaborando con el Estado en la
difusión de las posibles recetas para eliminar o combatir la
enfermedad. Por este motivo se les encomendó a los presbíteros la
distribución de las curas que podían contrarrestar la enfermedad,
como lo fue la “receta” copiada de la Gaceta de Valparaíso,
lugar en el cual la medicina que se difundía había curado a muchos
enfermos y que ya a los propios costarricenses les estaba surtiendo
buenos efectos (ver Anexo).
Además
de distribuir las posibles curas contra el cólera, la jerarquía
católica y su clero fueron en mayor medida respetuosos y cumplidores
de las normas sanitarias establecidas por el Gobierno central. Por
ejemplo, el Ordinario de San José tomó la determinación de
realizar la festividad de Corpus Christi casi dos meses después de
la fecha que correspondía. Esto con el fin de evitar la aglomeración
de feligreses y con ello impedir la transmisión de la enfermedad a
personas que no estaban contagiadas2.
Con la acción de trasladar la celebración del Corpus Christi, así
como de realizar la celebración eucarística en lugares abiertos y
extender las facultades a los sacerdotes, muestran el grado de
compromiso de la jerarquía católica con el Estado, en el sentido de
hacer cumplir las normas establecidas por éste, con el fin de
reducir los contagios, pero también en búsqueda de erradicar la
enfermedad.
Para
Saber más
- José Aurelio Sandí Morales, Estado e Iglesia católica en Costa Rica 1850-1920; en los procesos de control del espacio geográfico y la creación de un modelo de costarricense, Publicaciones Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica 2012.
- Jeimy Trejos Salazar (Comp), La Iglesia católica en La Campaña Nacional (1856-1857), EUNED, San José, Costa Rica, 2011.
ANEXO
Receta
que se propagó para la combatir el Cólera Morbus
Receta que Cura el cólera Mórbus asiático [sic], enfermedad que
era considerado como un envenenamiento de la sangre. La cual es
copiada en parte de la Gaceta de Valparaíso y con la cual se curaron
con gran éxito cuando halla invadido el cólera, el cual no es otra
cosa que un envenenamiento de la sangre absorbida por la atmósfera,
el cual se debe arrojar inmediatamente por medio del vomito, [sic] ya
después harán operación los demás medicamentos. Para el yelo
[sic] y calambres se frotará el entorno con aguaras baaso [sic] y
cordón del espinazo, tantas cuantas veces sea necesario hasta que
seseen [sic] dichos calambres y se abrigaran con cobijas de lana e
inmediatamente se tomara uno o dos granos de tartara [sic] o treinta
granos de Ipecacuano [sic] y prontamente se darán a beber 6 tasa
grandes de agua de manzanilla con sal (Ilegible), una cucharada de
aceite de comer y a falta de manzanilla suple la ruda a los cogollos
de naranjo agrio cosidos y tibios y a los diez minutos de haber
vomitado se dará un posido [sic] de yerbabuena cosida con agua de
limón y a falta de yerbabuena suple cogollos de naranjo agrio y a
cada pisado se le hecha [sic] el peso de medio (ilegible) o sal de
agengo [sic] y 25 gotas de laudazo [sic] y si el dolor no se quita se
darán de lo mismo hasta cuatro veces de 10 en 10 minutos y si dado
el último aun [sic] queda síntomas del mal se darán 2 granos de
cadrón [sic], esto es de la semilla, en una copita de agua de azúcar
tibia, y con esto se acabó de destruir el mal y a la media hora se
dara [sic] un buen caldo, y de 2 a 2 horas se hará lo mismo y estaaá
[sic] el enfermo como 3 días a líquidos de caldo de clara de yuca
(planta fluticesu [sic] de la familia de la rubiáces, [sic] propias
de América Meridional con tallos tormentosos, hojas elípticas)
arroz o (Ilegible) y a los tres días se levantara entre casa,
calzado y abrigado y (Ilegible) durará 40 días para que el mal no
se repita para preservar del cólera se usaran los alimentos más
sanos (Ilegible) de carne asada de res y beber agua.
Con
la obtenida receta se han curado del cólera muchos atacados de
Heredia y San Juan, como lo atestiguan los muchos que están buenos
en convalecencia y en San Juan testigo es el maestro músico Jesús
Rodríguez quien a [sic] arreglado a ella curado a 15 enfermos y
ojala [sic] dicha receta se (Ilegible) para que prontamente circulara
en todo la República para beneficio de la humanidad. En Heredia todo
los que eran curados con las gotas de la vida se han muerto lo que
hace es solo parar el mal por 2 o 3 dias [sic] al cabo de los cuales
se desarrolla el cólera con todos sus síntomas y muere el enfermo.
Los finados Miguel Palma, doña Manuela Rodríguez y sus dos hermanos
y el de todos los barrios de esta ciudad se han medicado con las
gotas de la vida y han muerto.
[Fuente: A. E. A. S. J. caja de Fondos Antiguos número 97, Folio.
124-125, San José]
José Aurelio Sandí Morales
Universidad Nacional
***
NOTAS
1 A la misma Iglesia, la epidemia del Cólera le generó muchos
inconvenientes. Por ejemplo, existen gran cantidad de cartas en las
cuales los sacerdotes, así como las autoridades civiles,
solicitaban se les enviaran un coadjutor que ayudara a saciar las
necesidades de suministrar los santos sacramentos a los afectados
por la enfermedad, pues el sacerdote a cargo de la comunidad o había
muerto por la misma como fue el caso del padre de la villa de La
Unión don José M. Calvo o era atacado por otras enfermedades como
la esquizofrenia debido al exceso de trabajo. Otro ejemplo fue el
caso del Gobernador de Cartago, Jesús Jiménez, el cual solicitaba
un cura de más para que colaborase con el de Cot, Quircot y Tobosi
por los estragos que estaba causando el cólera en esos pueblos.
2 Según las fuentes consultadas, la jerarquía de la Iglesia
estableció para la celebración de Corpus Christi el 19 de julio de
1856, y no el 22 de mayo como correspondía. Se logra estimar la
fecha porque igual que en la actualidad la celebración del Corpus
Christi se realiza el jueves luego de la celebración de la
Santísima Trinidad la cual se celebra después de Pentecostés,
celebración que tiene lugar al octavo domingo después de la Pascua
de Resurrección. Por ende, debían de pasar 9 domingos después de
Pascua para que tuviese lugar Corpus, y se sabe que, domingo de
Resurrección para el año de 1856, fue un 23 de marzo, ya que el 20
de marzo de ese año cuando tuvo lugar la batalla de Santa Rosa fue
un Jueves Santo, y gracias a este último dato es que se pudo llegar
a la conclusión anterior
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