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Una diócesis propia para un país independiente (VIII). En busca de un obispo ante la Santa Sede y un amigo para el Estado: el nombramiento de Anselmo Llorente y Lafuente como un contrapeso.

Creada y delimitada la nueva diócesis para Costa Rica, los gobernantes del país se debieron enfrentar a un terreno ignoto, pues las relaciones con un obispo residente en el país era algo nuevo para ellos. Por ende, era fundamental que aquella persona fuera costarricense, el motivo de este anhelo era, de nueva cuenta, que dentro de Costa Rica gobernaran los costarricenses. Pero también -casi por razones obvias-, el elegido debía ser de la simpatía del clero, cumplir con las exigencias de Roma, pero, sobre todo, ser del agrado del Estado. El deseo de que el nuevo obispo de San José fuese costarricense radicó en un hecho fundamental, puesto que dentro del proceso de consolidación de la independencia y en la creación de un Estado se trató de interiorizar una identidad colectiva: la costarricense.  Es interesante que uno de los rasgos de idoneidad fuera que el obispo debía ser natural del país, pues el gobierno del presidente Juan Mora Porras no realizó en ningún momento un estudio de los p

Una diócesis propia para un país independiente (VII). Ratificación del Estado costarricense: el manejo de la diócesis por parte de la élite gobernante.

Una vez erigida la diócesis, el Estado de Costa Rica, pero más aún la élite gobernante del país manejó la sede catedralicia desde sus intereses, estrechamente ligados a factores económicos, políticos y sociales. En medio del proceso de consolidación de la independencia, así como en el de la construcción de Estado, los gobernantes de Costa Rica buscaron los medios para dejar clara su soberanía. La creación de la Diócesis fue la oportunidad perfecta, para demostrar -entre otros aspectos-, su crecimiento económico. En una información enviada por el Ministro Plenipotenciario en Europa, Felipe Molina, a la Santa Sede se evidenció este crecimiento, el cual, se debió a la producción de caña de azúcar, tabaco y, en particular, de café, que para la década de 1850, ya era exportado a los mercados estadounidense y europeo y era el principal producto que unía a Costa Rica con el mercado mundial. El envío de esta información fue una buena estrategia, pues Roma siempre buscó garantizar que el territ